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Ventana Política

Ma. Guadalupe González Moctezuma | 01/09/2016 | 02:57

Es un extraño propósito perseguir el poder y perder la libertad.

Sir Francis Bacon

 

Conforme ha ido avanzando el año la ofensiva mediática en contra del gobierno de la República ha endurecido su discurso que ha encontrado eco en los medios de comunicación que reflejan un México desarticulado y rencoroso que adjudica toda clase de culpas a los gobernantes de todos los niveles, pero principalmente al presidente Enrique Peña Nieto.

 

A este clima mediático se deben agregar también los conflictos magisteriales y las demandas de los sectores sociales que piden que se les ponga un alto.

 

Todo esto es entendible y los mexicanos deberíamos valorar el hecho de que es una disputa política que refleja una versión de la realidad.

 

Hoy crecen las demandas de algunos sectores sociales que exigen que se ponga un alto a las conductas alevosas y pandilleriles de los grupos magisteriales que pretenden someter al gobierno federal, pero el gobierno de la República ha decidido tomar las cosas con calma porque las presiones sociales ya le costaron la renuncia de uno de sus mejores elementos, que debió ser sacrificado en el altar de la transparencia y la defensa de los derechos humanos de la delincuencia.

 

Esto me lleva a considerar con más cautela la veracidad de los escenarios catastróficos que los detractores del sistema plantean y que se ven apoyados por los sondeos de las casas encuestadoras.

 

¿Por qué pedirle a un gobierno que actúe en contra de los grupos delictivos si cuando se hace los denunciamos por los excesos que a consideración de algunos, se han cometido?

 

¿En serio los mexicanos piensan que la policía y el Ejército pueden llegar hasta las bases de operaciones de estos grupos y pedirle que por favor se rindan sin disparar y sin hacer olas?

 

¿Realmente creen que estas bandas delictivas están compuestas sólo por varones y que las mujeres están guardadas en sus casas, cuidando hijos y manteniendo caliente la comida?

 

La salida de Enrique Galindo Ceballos de la titularidad de la Policía Federal es un duro golpe al equipo ofensivo de la Presidencia de la República y, no porque se trate de un potosinos, sino porque se trata de un profesional de la seguridad que está altamente capacitado, cuya salida deja con la guardia baja al Poder Ejecutivo Federal que realmente se está tomando su tiempo para meter al orden a los vándalos de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

 

Hoy, los activistas defensores de delincuentes claman por el sacrificio del jefe policiaco sin considerar siquiera que mientras ellos meten a las autoridades en este imperio de la sin razón, los grupos delictivos (organizados y desorganizados) han regresado a las calles y están extorsionando a los sectores más vulnerables de la población para recuperar el poder adquisitivo que la Policía Federal y el Ejército ya les habían quitado.

 

¿Estos activistas estarán distrayendo la atención de las autoridades para permitir que tales grupos delictivos vuelvan a reclamar los territorios que creen de su propiedad?

 

Y peor aún ¿realmente los mexicanos somos tan ingenuos como para creer las leyendas de que nuestros gobernantes son cuando menos ineptos?

 

Al menos por lo que a mí concierne, se trata de estrategias mediáticas y electoreras que pretenden restarle méritos a lo que está haciendo el gobierno, agarrando como bandera el presunto maltrato u homicidio de miembros de bandas delictivas, todo de cara al proceso electoral de 2018.

 

El éxito o el fracaso de esta guerra mediática y desestabilizadora dependerá de la sociedad y si están dispuestos o no a creer lo que los agoreros del desastre difunden con tanto entusiasmo, porque lo cierto es que en México las instancias de gobierno funcionan y prueba de ello es el resurgimiento que está teniendo la economía de San Luis Potosí.

 

Porque el mejor termómetro de un pueblo son las inversiones. Si llegan es porque el clima es bueno y favorecedor. Si se van es porque no hay las condiciones de desarrollo.

 

Hay grupos a los que no les importa sacrificar a la sociedad y su seguridad mientras esto les reditúe votos. Los mexicanos debemos aprender a diferenciar una denuncia de una difamación.

 

Porque ante el universo de 119 millones de mexicanos, los grupos de radicales y oposicionistas siempre serán una minoría que no reflejará jamás el sentir de todo el pueblo mexicano.