Miércoles 24 de Abril de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Solo para débiles

Eduardo L. Marceleño | 20/07/2016 | 05:13

Veo a mi generación vanagloriar a sus contemporáneos con la misma vehemencia del fanático perdido de una banda fracasada de los noventa. San Luis es un lugar pequeño, acaso lo suficiente para creer en personalidades únicas, destacadas. La gente aquí ve bien acentuar aspectos que, bajo su muy “aguda” valoración, son magníficos.

Atestiguo a congéneres celebrar las carencias del otro, creen en las ausencias antes que en realidades tangibles. Gente joven que con certeza considera que las películas que no entienden son las que ganan premios. Un fotógrafo que ilustra el sentimentalismo más barato de la somera generación millennial. Una falta de acervo que se reemplaza con reiterados baños de ego. Con soberbia, han adoptado su juventud como un pretexto para sumergirse en la ignorancia, la zona de confort que no avanza ni construye, sino que se corroe en un determinado círculo de personas que, insisto, no terminan de auto alabarse.

Es probable que esta generación viva su momento y eso la exima de responsabilidad. También es probable que no.

San Luis se ha caracterizado por ser el lugar al que todo llega tarde, desfasado. Esta realidad recrea una percepción de nimiedad colectiva; las razones del ser a partir de la actualidad, un sentimiento que lleva a buscar relevancia desde el centro para el centro mismo. De ahí, y aunado al imperante pulso de las redes sociales, que a esta generación le dé por encontrar ídolos locales. Curiosa tontería.

Lo simpático es que niegan a sí mismos su propia realidad. Viven a la sombra de su más grande defecto: el protagonismo. En contraparte, aseguran que semejante característica es digna de ser criticada, con esa premisa, se apropian de la suficiencia que no les corresponde para juzgar a quien en un despistado movimiento exhibe su naturaleza. Para nuestra generación, el cambio es un terreno lejano, inhóspito, irremisible sí, pero ajeno a sus intereses. Renuentes, recaen en las prácticas que les echaron mano cuando tuvieron que curar cada uno de sus complejos.

Estas líneas se escriben pensando en la tendencia, en esa porción generacional que reincide en las prácticas que se mencionan arriba. No todos siguen ese camino, la verdadera generación subversiva avanza con pasos ligeros en la búsqueda de su identidad, algo así como Jason Bourne.  Son agentes secretos. A ellos podríamos confiarles todo, confiarles, incluso, el control de aquellos titiriteros del Facebook, Twitter o Instagram. La tarea de terminar con los faranduleros de pacotilla.