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Inclusiones

Marcela García Vázquez | 15/06/2016 | 01:14

Me encontraba en el lobby de la Procuraduría General de Justicia del Estado  casi frente al primer módulo de atención, cuando escuché los sollozos de una mujer que entraba por la puerta principal del edificio a paso acelerado, iba con la cara mojada de lágrimas, se dirigió al módulo para solicitarle  ayuda al servidor público en turno, quería denunciar a su marido, pero el empleado detrás del mostrador ni se inmutó  al verla, tampoco dejó su expresión de fastidio y su actitud desinteresada. Aquella señora trataba de explicarle la forma como fue agredida y humillada por su esposo el cual dijo,  frecuentemente la golpea con un palo diciéndole; “gorda tragona, ya párale de comer”, según alcancé a escuchar.
 
El empleado no hizo cuestionamiento alguno, no intentó siquiera estabilizarla para contener su alterado estado emocional, mientras que ella insistía en desahogar su dolor narrando algunos rasgos generales de la violencia que vive. El funcionario la miró de forma incrédula y fría, luego tomó un pedazo de papel que arrancó de un bloc de notas y escribió la dirección de Av. Carranza 1800. La mujer seguía extendiendo los brazos para que él se diera cuenta de los moretones, la mujer seguía aferrada a la barra del módulo cuando el hombre la interrumpió para  impedir que continuara su narración, hasta entonces abrió la boca para recomendarle que presentara una denuncia “hasta mañana” siguiente en aquellas oficinas de las cuales no supo dar el nombre, dijo que ahí podían ayudarle, supuse que se refería a la antiguo domicilio de la subprocuraduría de delitos sexuales de la PGJE, que ahora tiene sus oficinas en Amado Nervo, aun así dijo con cierto desenfado que “…muy temprano desde las ocho de la mañana usted puede ser atendida por el personal” y dio por terminado su servicio a la víctima de violencia.
 
Una vez que ella se  retiró  a paso lento con los brazos caídos, el papel en la mano y cierta decepción en su rostro, me acerqué al módulo y pregunté al servidor  ¿Por qué no había canalizado a la mujer a una mesa del Ministerio Público o al departamento de psicología para que fuera atendida y luego presentara su denuncia? Respondió que por órdenes superiores, no podía hacer eso porque luego “la estaría re victimizando”.