Viernes 26 de Abril de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

¡DE PLANO!

Pedro Cervantes Roque | 07/06/2016 | 00:31

Civilidad, como sinónimo de “urbanidad”, no conduce necesariamente a la moderación de los ímpetus sociales. El análisis de esos ímpetus nos debe llevar al origen de los enfados ciudadanos y su expresión no debe escandalizar a nadie sino a observar con detenimiento los hechos que los producen.

Por eso pareciera que el “deslinde” del diputado Fernando Chávez Méndez y del subsecretario de “enlace interinstitucional” Ángel Castillo Torres, más que aportación valerosa frente al desafío de la competencia política, es un grito temeroso que los separa de los segmentos ciudadanos que hoy carecen de representación en la vida social de San Luis Potosí.

Aquellos que no coinciden con la forma de ser y de pensar de la izquierda perredista entronizada en el poder en el área metropolitana de la capital y Soledad, encuentran el rechazo en las declaraciones de ambos “priístas”, más temerosos que procuradores de la “civilidad” que mencionan.

Jorge Schiaffino Izunsa comprobó, sin lugar a dudas, que su partido en San Luis Potosí necesita una cirugía mayor.

Además de responder, como corresponde, las controversias suscitadas tras sus declaraciones, el delegado general del comité ejecutivo nacional del PRI debe estar preocupado porque su partido está ídem.

Curioso que los perredistas de San Luis tengan más capacidad de valorar el dicho de Schiaffino que los dos personajes que suponen representar los intereses priístas en el estado, aunque todos sabemos que, en todo caso, sólo representan su sentir personal.

Si la política no es, en la práctica, la oferta de ideas y la valoración de los hechos propios y su confronta con las de otros partidos, entonces estaremos acercando a la ciudadanía al siempre peligroso terreno de los estallidos sociales.

Las afirmaciones de Schiaffino no causan efectos alejados de la civilidad sino que le dan contenido al sentir y pensamiento de un segmento ciudadano que no cree en las formas y las actuaciones de un grupo político al amparo de las siglas de un partido digno de mejor suerte. Señalar lo imperfecto no puede conducir a nadie al banquillo de los acusados, en todo caso, digo, ofrece la oportunidad a los perredistas de responder con suficiencia las declaraciones del delegado priísta ofreciendo las pruebas en contra y no la simple exigencia de que el acusador aporte pruebas porque sus sospechas no son las únicas en esta ciudad y en Soledad.

El par de timoratos priístas no cuidan sino el escenario que les permite a ambos disponer de un ingreso sin mayores riesgos. La confrontación política en condiciones iguales no está en su equipaje.

El intercambio de acusaciones y denuestos son características de la lucha por el poder cuyo mejor ejemplo hemos visto en esta interesante campaña en los Estados Unidos. ¿Imagina usted a alguien pidiendo “civilidad” a los contendientes?

¡De Plano!

 

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