Martes 23 de Abril de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Extraños Tiempos

Hugo Laussín | 27/05/2016 | 01:23

¡No naciste en coche¡ gritaba mi madre cuando me daba flojera de esa, angustiosa, de ir a la tienda o algún otro lado y me quejaba amargamente por no tener a mis 10 años un auto para ir y venir cuando quisiera a donde quisiera.

 

Han pasado varios (muchos) años más y algunos autos y la frase de mamá sigue resonando cuando me ataca la pereza.

No me malentienda, amo caminar, al menos, lo amaba hasta que un día esta ciudad se volvió esclava de los autos, de sus prisas, de su incómoda presencia.

 

Los potosinos al parecer, tenemos una extraña fijación por ir en coche, en camión o cualquier máquina rodante a todos lados sin darnos cuenta de que vivimos en una de las pocas ciudades de México donde aún se puede caminar sin enfrentarse a monstruosas avenidas y bulevares donde pasar corriendo o en puente, se arriesga el pellejo a más no poder.

 

Usamos coches para ir al trabajo, a la escuela, a la tienda, a las visitas, a pasear y demás, y con ello, cuando se sitúa el potosino promedio frente al volante, pareciera que es poseído por los demonios de la ira, de la prisa y del me vale madre quítense que ahí les voy.

A los autos los adornamos, los cuidamos, los tratamos como parte fundamental de nuestra vida sin saber o al menos, no recordar, que caminar siempre ha sido la bondad por excelencia.

 

Pero vamos, usar el auto no es el problema, a fin de cuentas de a poquito y con harto desorden, esta ciudad se ha convertido sino en una urbe al menos sí en un área donde las distancias son cada vez más largas.

 

El tremendo problema de San Luis y su obsesión por los autos es la nula cultura vial que tenemos. Si acaso, uno que otro extraño aún respeta a los demás, sin embargo, a todos nos ha tocado ser parte y víctima de las iras a bordo de las llantas.

 

Prisas inexistentes, valentía mata pasiones, gritos recordando a todos los santos y a todas las madres, una extraña unión entre el claxon, relativa inversa con la velocidad.

 

Nos olvidamos de verdad que a bordo de otros vehículos van otras personas, como usted, como yo.

 

Al peatón lo malmiramos y le aventamos el auto como si fuera nuestra gran potestad ser el primero en todo.

 

Dejamos a nuestros hijos-autos estacionados donde se nos pega la gana, esquina o no, con cochera o no, con señalética para personas con otras capacidades, en cualquier hueco, el chiste es demostrar que nos pudimos estacionar lo más cerca de donde vamos, total, para qué caminar.

 

Camioneros con maestría en estupidez al volante hacen de las suyas mientras nosotros, en nuestro pequeño reino de cuatro llantas, hacemos de las nuestras.

 

Chocamos y se nos acaba la risa. En el mejor de los casos, un golpe o varios golpes que la hojalatería compone, en lo peor, vidas de por medio y todo, por sentirnos más por poseer y manejar un auto.

 

Miles de potosinos no cuentan con un coche pero son miles más los que sí y eso nos pone en aprietos porque la ciudad, por más que se le adorne, no cuenta con la capacidad para tantas llantas.

 

El asfalto de tercera de la tercera calidad que usan nuestras autoridades para rellenar cráteres, sólo sirve para ser destruido ex profeso con el exceso de automóviles.

 

Nuestras calles con sus monumentos al tope, con sus odas al cráter, con sus mil y un defectos, son lo menos cuando se trata de miles de enfurecidos, embrutecidos y agresivos conductores.

 

Quizá y sólo quizá, la idea de ciclovías y mejores áreas peatonales, tomada de ciudades que realmente son ciudades y a años luz de tecnología que la nuestra, debieran ser tomadas de verdad en serio por nuestras autoridades.

 

Actualmente, las ideas de este tipo tienen más eco en organizaciones civiles, pero no debemos olvidar que la bicicleta, el caminar y los lugares adecuados para hacerlo, no solamente salvan vidas sino que ahorran tiempo, dinero, des fortunio y nos aleja de los gorilas que somos al volante.

 

Mujeres, hombres, todos por igual bestializamos nuestra conducta tras el volante y para ello no hay autoridad competente más que el sentido común.

 

En cifras, es doloroso saber del número de muertes y de heridas, de los millones de pesos perdidos por una simple prisa y un “yo primero”.

 

No nacimos en coche, lo necesitamos pero necesitamos más ser humanos responsables.

 

Usted ahora es el que maneja y avienta ¿qué pasará cuando usted o sus hijos sean a los que un conductor inconsciente les aviente el auto nomás porque sí?