Miércoles 24 de Abril de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Extraños Tiempos

Hugo Laussin | 20/05/2016 | 09:44

Vaya espinas y heridas sangrantes que está dejando el anuncio del presidente Peña Nieto sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo. Ahora y para no variar, panistas de renombre, encumbrados y enjoyados sacerdotes, y más de un retacado periodista están con el alma en un vilo porque las personas del mismo sexo podrían casarse ya así de simple porque la ley lo permitirá.

¡Santa madre de los santos apachurrados y de la concepción anticonceptiva! ¡Qué miedo! Porque lo que ahora debe dar temor no son los integrantes de la enorme comunidad LGTTTBI de este país, sino la retrógrada concepción que tienen los que se quejan de dicho anuncio.

Porque vaya usted a saber de qué pueden ser capaces estas extrañas criaturas (los opositores) cuando se vean acorralados y sus miles de argumentos sacados del manual del señorito y la señorita del buen decir, sean simples palabras que sólo desembucharon a lo loco.

Y es que, por más que se le piense, ojo, que de verdad se le piense ¿A usted o a mí en qué nos afecta si Juan se casa con Juan y Juanita con Juanita? Sinceramente, en nada.

Son varias veces las que esta columna se ha atrevido con el perdón de los astros del occidente, a señalar que sólo debería importarnos si es que vamos a ayudar con las labores de logística en el lecho nupcial. De ahí en fuera, nada de nada.

Las mañanas van a seguir igual, los mediodías y los anocheceres también. No vendrán jinetes apocalípticos del cielo a quemarnos vivos ni habrá una generación mutante por tener dos papás o dos mamás. Mutantes, las generaciones de ahora que no saben ser sin su Smartphone, eso sí da miedo.

Que yo sepa, cuando  comiencen los casorios no voy a ser impedido de trabajar, ni de comer, ni de beber ni de amar ni de existir.

No habrá demonios en las calles ni ángeles lamentándose en las cúpulas de las iglesias.

Créame mi querido lector intolerante que no estarán los hospitales llenos de personas con enfermedades extrañas y furúnculos amarillentos porque su vecino o el mío decidió casarse por fin con su bien amado.

En pocas palabras, la sociedad va a seguir siendo hipócrita, discriminatoria, gacha y garnacha como siempre ha sido aunque los que algunos tachan de enfermos se casen o no.

Aquí lo que debería preocuparnos de verdad es la apertura que tendrán las instituciones ante un papel que será oficial y por mandato judicial, legislativo y ejecutivo y que representa un matrimonio.

En este estado eclesiástico escuelas encumbradas en las legiones del señor, alias católicas, aceptarán un acta de matrimonio entre dos hombres para inscribir a sus hijos (porque casados o no, pueden adoptar, sépase) ¿Se sacarán otros pretextos de la sotana para no aceptar a los chamacos?

Serán ahora asuntos como las notarías, o la compraventa de inmuebles más fáciles para los casados y que antes eran impedidos por la ausencia de dicho papelucho matrimonial.

El que se puedan casarse las personas de la comunidad de colores es, sin duda, un enorme avance, pero aún quedarán, lamentablemente, muchas instancias a las cuales enfrentar para que esos matrimonios sean útiles como los de los heterosexuales y para ello, tendrán que derrumbarse los aún fuertes muros de la intolerabilidad y la ceguera social ante estas personas que se aman y que insisto, a usted y a mi no nos debe importar ni cómo lo hacen, ni por donde ni a qué hora, porque son como usted y yo, personas, va de nuevo y en mayúsculas PERSONAS, y con ello, tienen todos y cada uno de los derechos que los demás.

Así que mi estimado lector intolerante, vaya sacando su traje y planchando la camisa porque el boom de las bodas se incrementará y más le vale que no se ponga terco cuando lo inviten a una entre personas del mismo sexo, porque créame, a usted no lo van a invitar al lecho, así que le valga.