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Miguel Ángel Guerrero | 19/05/2016 | 10:13

La capital potosina, ciudad acostumbrada a ser escenario de marchas del más diverso tipo y por causas totalmente variadas, sólo le faltaba enmarcar una protesta ciudadana por el envenenamiento de catorce perros callejeros en un fraccionamiento del poniente de la urbe lo que como sociedad no muestra que damos un pasito para adelante en algunas cosas y otro para atrás como en el caso de rendir culto a la cultura del combate al maltrato de los animales.

Claro que hay de marchas a marchas que han evidenciado signos de madurez como sociedad, como aquellas multitudinarias convocadas por el extinto líder civilista Salvador Nava Martínez en defensa de la democracia en las que llegaron a participar hasta cien mil potosinos de la época que constituyeron el despertar cívico de la gente de esta metrópoli.

Obviamente, también hay marchas como las que frecuentemente realizan contra el Interapas habitantes de colonias por falta de agua.

Ha habido, igualmente marchas simbólicas como aquella silenciosa organizada por la sociedad civil contra la inseguridad que durante el marcelismo se disparó a niveles de espanto generalizado a partir de que un comando armado se llegó hasta plaza Fundadores.

 Hay asimismo, las que sirven para extorsionar y hacer negocio, como las constantemente protagonizadas por grupos como los antorchistas y organizaciones de precaristas cuyos dirigentes las utilizan como argumento para sacar dinero o prebendas al gobierno, así como permisos para que se instalen vendedores ambulantes en la zona céntrica para venderlos al mejor postor.

Pero, que se realice una marcha para protestar por el envenenamiento de catorce canes callejeros ilustra dramáticamente lo mal queandamos en cuestión de valores morales lo que nos debe obligar a reflexionar individualmente la parte de culpa que tenemos cada uno en ese tipo de fenómenos de salvajismo extremo pues no se trata de perseguir encarcelar o linchar a los autores de lo que ya han empezado a calificar como “canicidio” sino de tomarlo como punto de partida hacia la instalación de la necesaria cultura de combate y repudio al maltrato a los animales.

Ahora, desafortunadamente, actos de acentuada crueldad tan reprobables como la muerte de los 14 perros al poniente de la mancha urbana o la quema de un perro en el municipio de Santo Domingo no son hechos nuevos pues todavía se recuerda cómo a media década de los ochentas, cuando la avenida Carranza era punto de reunión de los jóvenes, unos de ellos por mera y criminal diversión rociaron con gasolina a un perro y le prendieron fuego, lo que mereció la condena generalizada y los lamentos por la degradación de los valores sociales que evidenció la forma de diversión juvenil de aquel entonces y nada más.

CABOS SUELTOS

Muchos reconocimientos ha merecido la presidenta del sistema estatal del DIF Lorena Valle de Carreras por la atención que ha puesto a la mejora de las condiciones de centros de asistencia social como los albergues para menores huérfanos o en situación de abandono así como el impulso que ha proporcionado a sitios de amplio espectro benéfico como el Centro de Rehabilitación y Educación Especial CREE,  hoy por hoy uno de los mejores del país en su especialidad y su atención de alto nivel de calidad, sin olvidar la marcada intención de intensificar los programas de auxilio y apoyo a las personas en condición de discapacidad, lo que la gente no deja de notar…