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Solo para débiles

Eduardo L. Marceleño | 02/05/2016 | 11:58

Un otoño lejano, cuando la mariguana distaba de ser vista  como un remedio medicinal legal, la organización de una fiesta de despedida se aprestaba en el departamento de unos amigos. Me invitaron, desde luego que acepté. Tenía 19 años.

Entre las excentricidades de aquella noche destacó una bebida alcohólica denominada El Trago, cuyos elementos de creación consistían en mezcal, Coca-Cola y leche condensada, una especie de Baileys Irish Cream con más defectos que virtudes. Drogarnos con mariguana mejoró la realidad, todos reímos mucho y no hubo necesidad de bebernos todo El Trago. Hubo bocadillos que se terminaron con celeridad y para cuando fui a dormir a casa no eran ni las diez de la noche.

La última disertación en torno a la regulación del consumo de la mariguana ha causado ruido en mi cabeza intermitentemente. Las declaraciones del Presidente Peña en las Naciones Unidas fueron determinantes; la autoridad se ha pronunciado. Ante la arraigada creencia ¿es necesario que el Presidente hable para romper el paradigma? Sí. Nada es tan definitivo como la institucionalidad, incluso por encima de la ciencia, si algo no se certifica carece de seriedad.

Los problemas con el uso de la mariguana operaron en torno al prejuicio más que con sus efectos directamente. Durante la juventud, mis padres encontraron una bolsa con yerba, me la quitaron y después llegó el regaño. Años más tarde, un fin de semana, dos amigos y yo fumábamos un “toque”, al poco rato una pandilla de policías llegó molestar, nos vapuleó y nos consignaron. Perdí mi empleo de aquella época porque la noticia llegó a oídos de mi jefe. No había motivo para un castigo, en cambio sí había superstición, un enjuiciamiento apergaminado; el sentido de culpa colectivo.  

El Presidente ha hablado, y con su discurso se abre la brecha para una regulación futura; al igual que sus reformas estructurales, las políticas de Peña están diseñadas para surtir efecto en el futuro. Sin embargo, la disertación no termina con la apertura del mandatario, es real que el uso de la mariguana se regule a partir de un argumento de salud pública, pero aumentar la cantidad de consumo no detiene el mercado ilegal. La postura presidencial es sólo el comienzo.

Es probable que los policías, mi jefe y mis padres cambien de opinión ahora que la postura oficial ha otorgado su beneplácito  con respecto al uso de la yerba. Es un asunto de percepción, y todos tenemos derecho a tener una mala percepción. La institucionalidad antes que todo lo demás.

Recuerdo una tarde de mariguana, Apóstolos dominaba el Grand Theft Auto mientras engullía un Chocotorro con espléndida maestría. Comenzamos a platicar sobre una lejana aprobación de la yerba y pensamos en hacer campaña audiovisual en internet. Mi amigo lo enunció con un guión inolvidable; sus palabras olieron a fresa con chocolate:

“Se abre la toma, luego una serie de imágenes: Obama…Phelps…tú o yo…exitosos, puras imágenes de éxito, después…Una humareda gigante, enorme, al desvanecerse, queda una frase: LEGALIZE!

No suena mal.

 

@eeduardo37