Martes 23 de Abril de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Extraños Tiempos

Hugo Laussin | Plano Informativo | 29/04/2016 | 09:41

Hablar de sexoservicio es hablar de miles de historias que para bien o para mal, son susurradas en secreto como algo vergonzoso que existe pero que da pena descubrirlo como lo que es.

En esta ciudad añeja, la prostitución llamada ahora sexoservicio, siempre se ha desarrollado en mayor o menor medida frente a la vista de todo mundo; oculta sin embargo, tras la ignorancia autoinflingida por el hecho que supone que hablar de ello también es pecado.

Nuestras calles y ahora nuestras redes sociales, están inundadas de sexoservicio que permea cualquier estrato social y cultural. Desde las llamadas “de esquina” hasta sofisticadas sexoservidoras y sexoservidores que se contactan vía celular como si de comida para llevar se tratase, son un mercado multimillonario en el que hay clientes de sobra y mientras los haya, habrá venta de carne humana para el disfrute sexual.

Es un negocio y no es malo, lo terrible e inhumano es el uso y abuso de menores y hombres y mujeres que son engañados para ejercerla como mercancía de carne, de vida.

A las y los sexoservidores por iniciativa propia, por gusto o necesidad monetaria pero insisto, por iniciativa propia, les resulta la mayoría de las veces un negocio bastante lucrativo con el que se pagan estilos de vida, estudios y bienes.

Este tipo de sexoservicio no amerita en muchos casos el uso de chulos ni padrotes, basta con contactarse y anunciarse para entrar en un sin embargo, riesgosísimo negocio en el que se vende placer y a veces se encuentra la muerte o el maltrato. A fin de cuentas, un albur de estilo de vida.

El dolor del sexoservicio, el rostro roto, lleno de asco y ojos vacíos de vida, lo ofrece la inocencia puesta en venta en las pieles de aún niñas y niños que no superan ni los 16 años ofrecidos, muchas veces raptados, obligados, engañados, inmersos en un mundo con olor a humedad y cuerpo.

Asustados, ignorantes, no entienden que es algo de lo que se puede salir con ciertos riesgos, pero que es posible.

A esas almas rotas que viven el infierno del placer ajeno y el dolor propio, se les vacía el cuerpo de dolor, se les olvida el cariño familiar, son ajenos ya a la realidad porque su propia realidad está fuera de los cánones del entendimiento.

En la capital potosina existe el sexoservicio infantil y eso no ha sido problema para cientos de autoridades, lamentablemente, las pocas acciones en contra de ello no pasan de ser avisos anticipados a chulos y padrotes para esconder a sus “trabajadores”, en sacarlos de escena un rato para después, seguir en lo suyo.

No es en las esquinas donde se encuentra la mayoría, lamentablemente el mundo virtual ofrece un sinfín de posibilidades de contacto para que el sexoservicio y la pornografía infantil sean carne de sustento para grupos delincuenciales.

No podemos, como sociedad, seguir ignorando la existencia del problema enorme que permea en nuestra ciudad y estado. No podemos ni debemos permanecer en la quietud y la simpleza de considerarlo lo menos.

Drogas, violencia, violaciones, muertes, todo eso deja tras de si el sexoservicio obligado y parece que a nadie le importa si cientos de niñas y niños  y adolescentes permanecen en las sombras de ese submundo real que tratamos de ignorar y justificar con un oficio antiguo.

Basta una vuelta detallada a Eje Vial para darnos cuenta de que debajo del maquillaje en exceso, de la ropa ajustada y brillante, hay ojos infantiles con la vista perdida de resignación.

Que hay hombres y mujeres que vigilan día y noche como guardianes de piedra que ninguna chica o chico se salga del perímetro.

Basta con entrar a un tugurio u hotelucho para encontrar risas infantiles entre ruidos de placer ajeno.

Basta, autoridad, de ser observadores y actuar antes de que una vida más se pierda en el mundo del esclavismo sexual en esta ciudad.

Se requiere voluntad, solamente, para evitar que otra niña u otro niño crezcan en el vacío existencial y social, replegándose nada más a lo que su mínimo mundo pueda darles un poco de protección.

Hay niñas, niños y adolescentes obligados a prostituirse en San Luis y eso, es una realidad.

¿Seguiremos cerrando los ojos?