Jueves 28 de Marzo de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Extraños Tiempos

Hugo Laussin | 14/04/2016 | 10:43

Tener una ciudad con bloqueos no es cuestión fácil para ningún habitante. Definitivamente, salir de casa en las últimas semanas se ha vuelto un trance de paciencia, serenidad y un budista sentido de consideración para no mentar madres a diestra y siniestra.

Los estudiantes las sufren, las madres de los estudiantes las sufren, los obreros las sufren, los automovilistas, quizá, sean los que más las sufren; las manifestaciones afectan a todos por igual, dependiendo de la zona donde se realicen.

En las redes sociales el reclamo es evidente ¿por qué no protestan donde no estorben? ¡vayan y protesten en su casa! Y bueno, mil linduras más que en esta (a veces) decente columna no me atrevo a mencionar.

Se realizan bloqueos por parte de maestros, policías, ambulantes, taxistas y recientemente, por payasitos y vendedores de dulces en los camiones urbanos.

¿Pero basta la más profunda inconformidad para protestar o ya de plano hasta se puede y bloquear el libre tránsito por cualquier tema?

El principio de todo, sin embargo, es que la protesta social no es un capricho, ni una broma ni un placer. La protesta social refleja en gran, quizá, absoluta medida, la incapacidad de escuchar y atender las inconformidades de todos los grupos por parte de las autoridades.

Con ello englobo hasta las rutinarias protestas, marchas y plantones de grupos sociales y sindicales que han hecho del reclamo callejero su más preciada forma de vivir y hacer dinero; en una especie de “no todos pero casi”, tenemos secciones de esta sociedad que llamamos San Luis Potosí que del grito y la pancarta han logrado amasar enormes fortunas que lamentablemente, se convierten en migajas cuando llegan a las manos de los que no son líderes de las mismas.

El gran problema al parecer, es la afectación a terceros y cuartos y quintos y sextos que se crucen en el camino despistadamente y se vean obligados a rodear o buscar otro paso para poder llegar a su destino.

Sin defender ni condenar, la realidad es que todo mundo tiene derecho a reclamar y lamentablemente, las afectaciones a terceros son el daño colateral que se tiene que pagar.

Sin embargo, tenemos que saber que en la mayoría de las protestas y bloqueos, el ingrediente principal es la inconformidad, por X y Y, por peras y manzanas, por apoyos y no apoyos, por promesas o no promesas, tenemos en las manos que la autoridad es el cliente principal de cualquier protesta y el bloqueo, la parte que más duele a la ciudadanía y mueve los hilos inmediatos de la autoridad.

Como periodista de a pie, o de moto o de cualquier otro medio en el que pueda moverme, he cubierto manifestaciones y bloqueos de las más diversas índoles.

Desde aguerridos estudiantes, activistas e indígenas en la legítima defensa de la ecología e historia de los pueblos hasta protestas enredadas de padres de familia y maestros que se acusan mutuamente de no educar bien a los niños.

Médicos, enfermeras, maestros, estudiantes, padres, madres, religiosos, laicos, policías, chavos banda, sindicalizados, organizados, ambulantes, familias, payasos profesionales, activistas, ambientalistas, indígenas, arquitectos, comunidad LGBTTTI, derechohumanistas, animalistas, comerciantes, antreros y hasta empresarios han realizado protestas y bloqueos, a resumidas cuentas, una gran parte de la población capitalina, sin contar con los del interior del estado que toman este recurso como el último para poder ser escuchados

He presenciado bloqueos de más de 15 horas bajo todos los climas posibles, algunos de meros minutos, otros que de plano ponen en peligro la vida de los manifestantes y automovilistas.

En todos hay risas, chistes, seriedad, enojos, razones y desazones que al final terminan en comisiones, promesas y un amable “regrese en unos días para que le solucionemos su caso”.

No conozco a ninguna persona con la suficiente calidad moral, espiritual y de sabiduría para decidir qué protesta es buena y cuál es mala.

Lo cierto es que hasta el momento, pocos han sido los encontronazos que se han dado con las autoridades, más acostumbradas a la fuerza que a la razón, aunque siendo claros, algunas protestas son meramente una provocación a la violencia.

La famosa Ley Boris, aquella que el sufrido y bienintencionado ex diputado panista trató de sacar adelante para regular las protestas, fue devorada por la población que defendió su derecho a defenderse.

Los bloqueos, en sí, son una pésima medida ante una peor realidad que es la sordera oficial a los temas que aquejan a los potosinos.

Los bloqueos y las marchas, insisto, no son situaciones de risa ni lamentablemente, soluciones, son la clara y triste realidad de que algo no está funcionando entre la sociedad y las autoridades.

Algo no cuadra, algo no activa la realidad ni provee de paz social a una sociedad que anhela vivir tranquilamente.

Las marchas y los bloqueos seguirán, al igual que las mentadas de madre de los que no son parte de ellas y las justificaciones de los que sí.

A veces no queda más que suspirar y buscar otro camino porque nunca, pero nunca se sabe, en qué momento muchos vamos a tener que salir a gritarle al mundo lo que no quiere escuchar la burocracia.