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Extraños Tiempos

Hugo Laussin | 27/02/2016 | 10:19

Nuestra ciudad amanece cada día envuelta en bruma y permanece así ante la pasividad oficial que no alcanza o no quiere comprender que nos estamos intoxicando cada día más con una contaminación que crece y afecta de a poco, pero gravemente a los sufridos habitantes de esta tierra.

Basta con recorrer temprano las zonas altas de San Luis para poder ver la espesa nata gris que sepulta las calles y casas. Ya ningún lugar de nuestro entorno está a salvo, ni siquiera el gran pulmón que fuera el Tangamanga se libra de amanecer en una quizá romántica neblina.

Lo cierto es que la salud de los potosinos empieza a mermar sin que hasta el momento se diga abiertamente el motivo. Aumentan los males respiratorios, no los virales, sino los provocados por metales, partículas dañinas y gases pesados que nos ahogan poco a poco.

Imagínese lector, que vive usted junto a un gigante al que le encanta fumar, usted de repente empieza a enfermar y de pronto conoce el concepto de fumador pasivo y enfermo.

Así, los potosinos hemos vivido por siglos inmersos en agentes contaminantes. Primero la minería, que nos vino a joder el agua de por vida, luego el boom industrial que se instaló como cáncer en las afueras de la ciudad y terminó rodeado de ella, luego la basura, que aunque esté de moda, la realidad es que siempre la hemos vivido ya sea por cuestiones oficiales o valemadrismo colectivo.

Ahora se suman los miles de automóviles, motos, motonetas, camiones y demás fauna de fierro que circula por (otro contaminante) las polvosas y agujereadas calles, además de las ladrilleras que se niegan a desaparecer, empresitas por aquí empresitas por allá, todos en alegre molienda de la salud del potosino.

A todo ello, no crea estimado lector, todos le abonamos un poco o un mucho o un demasiado a esta contaminación que nos atraganta el pulmón y el alma.

De a poquito, con bolsitas y bolsotas de basura, nos vamos olvidando de que la separación de los desechos es una responsabilidad, aunque vamos, tampoco es que tengamos una súper responsable autoridad que se dedique a reciclar y transformar la basura en algo útil.

La tediosa tarea cae en manos de los pepenadores que literalmente entregan su vida a la separación, recolección y manejo de la basura para que al final, acabe en las manos y bolsillos de alguien más.

Los que andamos en auto o moto, conocemos de sobra lo tedioso de esperar en algún semáforo, en alguna calle o andar a vuelta de rueda en una de las estrechas calles de esta ciudad, y con ello se generan toneladas y toneladas de smog que van a parar directito a nuestras narices.

Generamos ruido, smog, basura ra ra ra y en serio que el Ecoloco, amado villano de la TV nacional, estaría orgulloso de nosotros.

Y entonces ¿qué hacer?

Pues en principio, iniciar desde la casa, el largo pero satisfactorio trabajo de ser limpios, ahorradores y ordenados, créame, sus hijos y los hijos de sus hijos le agradecerán que usted se tome el tiempo de educarlos en la importancia de cuidar lo que les rodea.

Aunque suene snob y pirruris, aquí no se trata de ser veganos, abrazar árboles y vivir en casas de campaña, se trata de entender que partiendo de nuestro hogar, a nuestra colonia, a nuestra ciudad, a nuestro estado, a nuestro país, a nuestro continente… estaremos salvado nuestro mundo.