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Monosatírico

Alex Valencia | 22/02/2016 | 01:26

Los miles de líneas que la visita del Papa ha dejado regadas durante su visita en todos los medios de comunicación mexicanos abren posibilidad igualmente amplia de lecturas, una de ellas es la propia forma de los contenidos emitidos, y con esta el replanteamiento en torno a la ética del periodismo a partir de los recursos contemporáneos.

Tal cuestión me vino a la mente en función de varias notas aparecidas durante la estancia en México del líder de la iglesia católica; los medios se dieron a convertir cada acto de su estancia en algo a su juicio digno de ser divulgado. Mereció nota que uno de sus acompañantes en alguna de las sedes era de origen potosino (lamentablemente no tuve la precaución de guardar la nota para dar la referencia exacta), hecho que quizás cumpla con el principio periodístico de oportunidad, pero habría de debatirse si lo hace con los de relevancia y trascendencia.

La inesperada velocidad del desarrollo e influencia de las redes sociales en los años recientes ha tomado por sorpresa al periodismo en todo el mundo. Cuando apenas se estaba destrabando el dilema de comprender las posibilidades de plataformas múltiples, las redes sociales los obligaron a meterse a la corriente bajo riesgo de perderse en la orilla. Ya en 1980 Alvin Toffler había predicho la vorágine de la infoesfera en su libro “La tercera ola” con la masificación de la comunicación e interactividad mediática, lo cual viene a desembocar en un descontrol en la producción y distribución de información que al parecer no ha permitido a los medios de comunicación –mexicanos al menos- tomarse un tiempo para pensar en los fundamentos deontológicos del periodismo y como adecuarlos a su nueva forma a través de internet.

En ese camino, supuestos relevantes como la hipertextualidad han sido socavados en los medios mexicanos, que en su mayoría rozan escasamente con la multimedialidad; es decir, apenas hacen enlace entre el texto impreso, el electrónico y algún recurso audiovisual y no han entrado de lleno a la posibilidad de vinculación en cadena de las notas producidas.

En ese retraso de ritmo no se ha evolucionado a la necesaria distinción al lenguaje del periodismo impreso y el cibernético; en cambio, se han generado vicios en la competencia por conservar la primicia y captar mayor público cuyo alcance se ha desbordado al grado de pasar por alto principios elementales de ética periodística, baste recordar la manera generalizada de abordar el tema de la entrevista entre Kate del Castillo, Sean Penn y el “Chapo” Guzmán, llevando las cosas al extremo del melodrama telenovelero en el cual se pasó por encima no sólo del derecho a la intimidad de los involucrados, sino que se utilizó información de una investigación en curso, lo cual es delito, y se cosificó y caricaturizó a la actriz.

No fue este caso tampoco el inicio de la subjetividad explícita en los medios, por supuesto, ya desde antes han abandonado de manera deliberada el terreno de la imparcialidad con tal de preservar un público cautivo, esto se dio previo a la explosión de internet, pero junto con ella ha recrudecido al grado que los géneros periodísticos han prácticamente desaparecido para dar paso al ajusticiamiento: los medios deciden quien es héroe o villano sustentados en el clamor popular de las redes sociales; si el pueblo proclama a algo o alguien como malo, habrá de condenarse; si el pueblo dice que el video de un perro haciendo piruetas es noticia, así será.

En su ensayo “La ética periodística en la infoesfera digital”, Juan Carlos Suárez hace un recorrido por las propuestas generadas en ese sentido en el inicio del siglo XXI y señala seis áreas de desafío y conflicto ético entre los que bien caben como faltas incurridas los ejemplos arriba citados; me detengo en la de “Individualismo y situacionismo en la toma de decisiones”, con la cual refiere hechos frente a los cuales los periodistas anteponen su contexto personal frente a situaciones como la privacidad y la dignidad humana, de cuyo ejemplo vimos hasta el hartazgo en la visita del Papa, cuando rompiendo todo esquema de imparcialidad la mayoría optó por referirse a éste como “su santidad”, “santo padre” y proclamando lo que desde perspectiva sesgada fueron las “bendiciones” de su visita.

En el mismo rubro caben quienes han dado en replicar la estigmatización de personas que el público de redes sociales califica como #LadyTal o #LordTal, los cuales si bien es cierto se evidencian a sí mismos a través de sus actos captados en video y audio, no debería corresponder a los medios participar calificándoles.

Se encuentra por otro lado, y entra en conflicto la situación ética, el cómo debería auto regularse la posibilidad ciudadana de convertirse en transmisores de información útil para la sociedad. Dejo en puerta un ejemplo: la participación de usuarios de las redes dio pie a la pronta localización del joven denominado “Mirrey de la muerte”, quien causó un accidente vial en el cual resultaron muertos dos jóvenes y otro más gravemente herido. ¿Fue correcta la circulación pública de sus datos privados a fin de encontrarle y presentarlo para que respondiera por sus hechos?

(continúa)