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Ventana Política

Ma. Guadalupe González Moctezuma | 04/02/2016 | 20:21

Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema.

Winston Churchill

 

 

 

Instalados en el escenario de que es inminente la modificación del concepto de matrimonio en los 32 estados que componen la República Mexicana, la Iglesia Católica Romana echó a andar el engranaje de su maquinaria de defensa de los valores "naturales" que con total falta de naturalidad defienden a ultranza.

Ya lo había anunciado el Consejo Coordinador Ciudadano (CCC). Seguramente organizarían una marcha y una protesta en contra de los matrimonios entre personas del mismo sexo y para defender el "matrimonio natural" que, dicen, está siendo amenazado por las pretensiones de personas confundidas y mal aconsejadas.

Lo grave no es que preparen la protesta ni que la lleven a cabo. Lo realmente preocupante hoy es esa injerencia de la Iglesia Católica Romana en los asuntos de Estado, injerencia que queda demostrada con el hecho de que desde el altar mayor de Catedral se convocó este domingo, a la marcha y protesta contra una decisión tomada en el máximo tribunal del país: la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Hoy parece que ya nadie recuerda el concepto de Estado Laico, y a conveniencia, algunas instituciones religiosas aprovechan la fe de la gente para intervenir solapadamente en asuntos de Estado que no les corresponden.

Para quienes lo han olvidado, Estado laico o Estado secular se denomina al Estado, y por extensión a una nación o país, independiente de cualquier organización o confesión religiosa o de toda religión, y en el cual las autoridades políticas no se adhieren públicamente a ninguna religión determinada ni las creencias religiosas influyen sobre la política nacional.

En un sentido estricto, la condición de Estado laico supone la nula injerencia de cualquier organización o confesión religiosa en el gobierno del mismo, ya sea en el Poder Legislativo, el Ejecutivo o el Judicial.

En un sentido laxo, un Estado laico es aquel que es neutral en materia de religión, por lo que no ejerce apoyo ni oposición explícita o implícita a ninguna organización o confesión religiosa.

 

Y no se trata de un asunto de fe. Se trata de un asunto legal. Única y exclusivamente el respeto a la ley del hombre, que no está por encima de la ley de Dios, sino al parejo.

Quien esté dispuesto a respetar la ley de Dios pero no la de los hombres, está en el lugar equivocado, porque vive entre los hombres.

Y si respeta la ley de los hombres, está obligado por esa misma ley, a respetar el derecho de los demás a creer en el Dios que cada uno desee creer.

 

 

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