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Extraños Tiempos

Hugo Laussin | 27/01/2016 | 14:15

Hay casos que conmocionan a la opinión pública ya sea por la gravedad del hecho o por el conocimiento de éste.

El fin de semana dejó una racha de accidentes, en su mayoría causados por el consumo de alcohol y el pésimo maridaje de éste con el volante.

En uno de esos hechos, el más grave, dos jóvenes perdieron la vida y otro más se encuentra en un estado delicado por las lesiones. La razón, la conducción estúpida, irresponsable y valemadrista de otro sujeto que tan campante abandonó la escena tras chocar y causar la muerte de los primeros.

Tras el lamentable hecho, en las redes sociales se vive una cacería para localizar al presunto culpable, aunque según la ley, no lo es hasta que no se compruebe que es el señalado el que manejaba el vehículo de lujo que se vio inmiscuido en el accidente.

Palabras más palabras menos, las autoridades hicieron un llamado a los testigos a presentarse a declarar en la averiguación previa sobre el caso, pues aunque se tiene un nombre, éste debe ser vinculado en el lugar y a la hora de los hechos.

Lamentable sin duda la tardanza, pero más lamentable es que con este caso se enciendan las luces de alerta sobre el exceso de libertad que viven los jóvenes mezclando alcohol y volante.

Cientos son los heridos, fallecidos y afectados por los llamados “borrachazos” que de no dejar secuelas de sangre luego son tomados a broma por los causantes, se registran cada fin de semana y en todos los estratos sociales.

Aquí lo preocupante es la falta de coordinación de muchas dependencias que por años han sometido permisos de alcohol, de establecimientos y nulos programas efectivos de prevención de accidentes al intercambio de mochadas y compadrazgos.

Hoy, tres familias lloran la pérdida irreparable de sus hijos y la gravedad de otro, mientras que otra familia trata desesperadamente de proteger a su vástago de la ley.

Son dos muertes que nada ni nadie podrán reparar y mucho menos, aliviar el dolor.

No hay manera de que los fallecidos regresen a sus hogares y a los brazos de los suyos. Pero existe la manera de evitar más casos como éste.

La limitación del alcohol; la preparación social de antreros para poner un hasta aquí al consumo; verdaderas acciones policiacas de prevención que no queden en corruptos filtros donde a lo mucho un “sópleme” basta como prueba.

Muchos, en las redes, han culpado a los padres de familia de permitir a sus hijos beber y andar de noche manejando, sin embargo, aquí no se puede prohibir a los jóvenes divertirse pues es su derecho.

Sin embargo, la creación de una verdadera conciencia colectiva, humana, social y responsable sí es menester de los padres de familia.

Dos vidas con un futuro enorme fueron truncadas por un cachito de valentía y diversión malentendidas; otra tendrá secuelas y la del responsable sea quién sea, será siempre marcada por el cobarde asesinato.

El caso se enredará, sin duda, con peritajes, aseguradoras, libertades bajo fianza, perdones y quizá algunos años de prisión.

Lo que no debe enredarse más es la proliferación de antros, la falta absurda de vigilancia preventiva policiaca, la actuación inmediata de las autoridades en estos casos y sobre todo, la conciencia sobre el alcohol y el volante.

Salvar a nuestros jóvenes es una tarea titánica, más no imposible. Hagamos conciencia pues.