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Extraños Tiempos

Hugo Laussin | 20/01/2016 | 12:17

Hablar de la zona centro de ciudad es hacerlo con triste ironía, recuerdos y platicar de una hiedra que no deja lugar a la solución del todo con nada.

La historia de la zona es la historia de nuestro propio estado, de nuestra identidad como potosinos nacidos o no aquí; vamos, ahí, en un punto semiolvidado marcado con una cruz a un lado del edificio central de la UASLP se fundó nuestro estado.

Ahora, la instalación de bancas “modernas” en lugar de las “tradicionales” de hierro con el estilo colonial que las caracterizaba, remueve sentimientos entre muchos potosinos al ver esos puntos de descanso en su mayoría vandalizados desaparecer.

Cosa curiosa es que lamentemos la pérdida gradual de dichas bancas cuando por años hemos sido testigos y partícipes de la desaparición de la zona Centro como punto imperdible en nuestra historia.

Para nadie es un secreto ni misterio el secuestro de la zona que han hecho grupos de poder que manejan a diestra y siniestra los espacios comerciales. El ambulantaje ha dado traste a la belleza del lugar trayendo consigo una inseguridad vívida e ignorada casi totalmente por las autoridades.

Administraciones municipales y estatales, van y vienen prometiendo la regeneración y rescate de la zona y al final agachan la cabeza ante las amenazas de plantones y marchas que en este caso, realizan los líderes de ambulantes.

Cierto es que miles de familias dependen directa o indirectamente del ambulantaje en el centro, aunque no se podrá negar por más que se quiera, que sólo unos cuantos líderes viven bien y bonito de la corrupción que permea entre las autoridades y ellos, siendo los vendedores los que menos ganan y la ciudadanía la que más pierde.

Espacios invadidos, malolientes, ruidosos, peligrosos, calles atestadas ante el ya de por sí inclemente tráfico, son los resultados más sensibles a los que deben circular y caminar la zona.

Peor aún, se trata de la imagen que presenta la ciudad y en este caso el estado ante los turistas nacionales e internacionales que llegan, ven el cochinero contrastante con la hermosa arquitectura y se van con un pésimo sabor de boca.

Ayuntamiento, Gobierno del Estado y comerciantes establecidos anuncian y desanuncian proyectos, diálogos y trabajos para compaginar la necesidad comercial de los ambulantes con la de los establecidos. Vaya pérdida de tiempo que ha sido el esfuerzo cuando seguimos no solamente viendo y sufriendo ambulantaje, sino padeciendo su incremento cada día más.

Del turismo, ni se diga. Pocos y caros hoteles, inexistentes posadas para el turista joven y con poco recurso, atractivos turísticos empantanados entre la risible señalética y falta de promoción.

Para ello, la tibia Secretaría de Turismo debiera entender que no todo turista es igual. Los hay pudientes y foráneos que con dinero en mano pueden permitirse hoteles caros y visitar de pasadita el Centro dedicándose más a las plazas comerciales y antros.

Existe el turismo foráneo pero con familiares potosinos, ellos, sin tanta bronca, son hospedados en casas y conocen lo atractivo con guías familiares, saltándose las terribles manchas y fealdades de la ciudad.

Pero también existe el turismo joven, en su mayoría de recursos limitados por la edad, viajan en grupo, conocen, exploran y sufren de los altos precios de hoteles y la inseguridad que priva en la zona Centro.

De nada sirve que la zona sea una enorme cantina por las noches, si la inseguridad propicia que a su vez sea una carta fallida de los atractivos de la ciudad.

De día, los franeleros, que mafiosamente manejan espacios y “cuidados” de automóviles, disfrutan de la ceguera oficial mientras a gusto trabajan de la mano de otra mafia, ésta, la de los parquímetros.

El INAH ha pugnado una y otra vez, aunque de forma tímida, porque el ambulantaje sea sacado de raíz de la zona centro, porque se unifique la imagen urbana y se respete la estructura de los edificios.

Pero al parecer, son gritos en el desierto pues más abajo del arco del triunfo, los lineamientos históricos son pasados entre risas y valemadrismos por los comerciantes ambulantes, establecidos y antreros por igual.

Pero entonces ¿qué hacer? No es tarea sencilla, ni corta y mucho menos pacífica para todos. Autoridades, antreros, ambulantes, franeleros, establecidos y demás, perderían y ganarían, sin embargo a nadie le falta un poquito de seso para entender que la zona Centro sigue siendo un punto neurálgico de la ciudad y que debe ser rescatada realmente más allá de los discursos de campaña y de los dimes y diretes entre los actores de la triste historia de nuestro centro.

Recursos, ha habido bastantes aunque como la bolita, nadie sabe dónde han quedado. Políticos y funcionarios bienintencionados,  han sido ignorados por sus pares y sus buenas ideas quedan enterradas en el pero de otros.

La clave para todo siempre ha sido y será el turismo, pero vamos, qué se les ofrece más allá de risibles recorridos en camioncitos de propiedad privada, museos vacíos y sin vida, calles intransitables y donde es fácil que el foráneo se pierda, precios por encima de otras ciudades donde el turismo es apapachado, entendido y ayudado para que deje recursos. No, al turista no se le antoja volver a la zona Centro y al potosino, no le queda otra.

 

¿La solución? Voluntad. Así de simple.