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Editorial

Plano Informativo | 27/12/2015 | 11:24

Nadie puede decir que las cosas marchan bien en la sociedad cuando importantes porcentajes de jóvenes se deciden por el pandillerismo, alejándose de las aulas y las reuniones familiares.

En la capital potosina esto está ocurriendo y nada puede ocultar el hecho de que en diez años el número de pandillas aumentó 200 por ciento.

Las colonias en las que la agrupación de jóvenes se ha vuelto violenta, convirtiendo la asociación en un riesgo de seguridad, son la colonia Progreso, la General I. Martínez, División del Norte, Guanos, la Tercera Grande, Tercera Chica, Piedras, Arbolitos, Aguaje 2000, Satélite, Ciudad 2000, el área de Morales, la Garita de Jalisco, Tlaxcala, San Juan de Guadalupe.

¿Qué es lo que está alejando a los jóvenes de los salones de clases? ¿Qué los está llevando a delinquir, lejos de los hogares familiares?

Resulta muy cómodo y poco realista culpar de estos hechos a la situación económica, porque tiene más de pretexto que de realidad. Más de la mitad de los jóvenes mexicanos se encuentran en la misma situación económica, pero no todos buscan una pandilla para salir del problema.

El manto de poder y "respetabilidad" con que se cubren estos grupos, que llegan a asolar colonias completas, manteniendo un férreo control a través de acciones cada vez más violentas, seduce a los jóvenes, hombres y mujeres, que se disciplinan voluntariamente tratando de conseguir un lugar respetado por la misma sociedad que someten.

En algunas de estas, consideradas las colonias más peligrosas de la capital potosina y su zona conurbada o metropolitana, existe un toque de queda no oficial, pero vigente y efectivo.

La presencia de corporaciones como la Gendarmería, de nueva creación, ha llegado a aliviar en alguna medida las restricciones que las pandillas imponen a los moradores de la zona, pero en muchos casos estos grupos pandilleriles cuentan con la complicidad de la población y eso entorpece la acción de la justicia. Ya sea por temor o por amor, los habitantes de las colonias no denuncian a sus victimarios.

MÁS VIOLENCIA

La sociedad se vuelve iracunda. El reporte de que a lo largo del año se incrementaron los incendios de vehículos como revancha por disputas personales debiera encender los focos rojos de la Secretaría de Salud que es quien tiene injerencia en los casos de salud pública.

La ira acumulada está encontrando una válvula de escape a la presión que como sociedad no está logrando asimilar.

Porque cuando la inconformidad personal se vuelve un conflicto social, estamos ante un serio problema de salud pública que es necesario atender de inmediato antes de que se generen círculos de violencia generalizada que se conviertan en una amenaza a la seguridad nacional.

Por ello, el hecho de que más y más potosinos se atrevan a prender fuego al vehículo de su vecino, compadre, amigo o ex amigo, por causa de diferencias personales, es de hecho un problema ya de salud pública, toda vez que el ciudadano en cuestión es incapaz de controlar su ira.

Esta incapacidad se verá reflejada, más tarde o más temprano, en su desempeño laboral y desde mucho antes, en su entorno familiar.

Una de las consecuencias más visibles de esta incapacidad de control, es el creciente número de violencia doméstica que afecta a mujeres y niños.

FRANCISCO JAVIER ROSALES HERNÁNDEZ